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Dioses Prehispánicos

29/07/2020

Imaginó que siendo contraparte de la élite de los guerreros águila, la entrada estaría protegida por guerreros jaguar. La sorpresa fue mayúscula al localizar la cara desmesurado y de rasgos infantiles de Mictlantecuhtli.

  • Voluntarios presos del hogar, víctimas de estragos físicos, económicos y sicológicos, hasta la desesperación.
  • Estresados, en el último mes del año decidimos “fugarnos” y “que sea lo que Dios desee” o “de algo me he de morir”.

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Su omnipotencia no significa que en cualquier momento logre hacer lo que desee, eso sería capricho, no omnipotencia. Hay que estar atentos a no atribuir a Dios el término de la vida humana de manera pagana, como según el mito griego, se cortan los hilos de la vida con las arbitrarias tijeras de las Parcas. Con esta afirmación no quiero negar que, en la historia indígena y en la antropología mexicana, no haya habido y no haya en la actualidad investigadores que toman en serio a las poblaciones indígenas y que se comprometen con su avance económico y bienestar social. Pero considero que este otro “tomar seriamente” no se ha despojado todavía de una visión colonialista y paternalista, que caracteriza a los pueblos indígenas como sociedades tradicionales y retrasadas que tienen que ser modernizadas y empoderadas mediante las políticas públicas con sello liberal o socialista.

Todavía muy pocos están prestos a aceptar, como lo hizo Latour , que los occidentales “nunca fuimos modernos” o, lo que es semejante, que los pueblos indígenas “siempre fueron modernos”. Nuestro “tomar seriamente” no cree que los indígenas deban ser salvados o adoctrinados, sino que tienen mucho que enseñarnos sobre las catástrofes ecológicas y humanitarias que está generando nuestra modernidad esquizofrénica. El “hombre-dios” por excelencia estudiado por López Austin es Quetzalcóatl, quien es, al tiempo, dios, sacerdote y gobernante de Tula. (“levantar”); Molina lo traduce como “despellejar, descortezar o pelar habas” (parte II, f. 159r). El nombre del dios Xipe Tótec se puede traducir verdaderamente como “nuestro señor dueño de la piel” (López Austin, 1985, p. 119). Otros autores eligen traducir Xipe Tótec como “nuestro señor el despellejado” (Vié-Wohrer, 1999; González González, 2011).

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Resulta, pues, que somos peregrinos en este valle de lágrimas y paseamos siempre hacia la verdadera vida. Hoy merecemos, labramos nuestro futuro; el mañana es la auténtica vida y no va a tener fin.

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Los mayas tenían la creencia que este señor de la desaparición merodeaba en las viviendas de los enfermos para llevarlos a Xibalbá con el apoyo de una cuerda que les arrebataba sus vidas. Si se gritaba con todas las fuerzas, Yum Kimil se ahuyentaba o pasaba de largo de las casas. Este amo ocupaba el cuarto lugar de jerarquía entre los dioses mayas más poderosos del inframundo maya. Generalmente, sus atuendos se caracterizan por estar decorados con elementos de metal, cobre, oro, además de portar pieles o unas partes de cuerpos de animales.

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Mi criterio sobre los mitos amerindios está más cercano a la reflexión estructuralista y post-estructuralista de Claude Lévi-Strauss. Acerca de esta novedosa inclinación de la antropología cultural, véase el ensayo de Holbraad y Pedersen . , donde se enfrenta a Quetzalcóatl con Mictlanteuctli , condensa de manera increíblemente clara y estética las profundas implicaciones ontológicas de la dualidad vida/muerte en Mesoamérica . En las casas de la multitud rica se hacían muchas figuras, a medianoche nacían los pequeños artefactos animados y se les cantaba. Solo al amanecer morían las “pequeñas efigies vivas”, solo en el momento en que ahora se habían comprado las deudas.

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Ciertos engendraban a diez de sus artefactos animados, otros solo a cinco de ellos les daban forma humana, los coronaban de papeles acuáticos, los vestían de papeles. Después les cortaban la cabeza con el arnés para hilar de las mujeres, de forma que los mataban. Sus papeles acuáticos solo los quemaban en el patio de su casa y se comían sus cuerpos de amaranto (La traducción es mía). se transforman en seres humanos —y más concretamente en humanos fatales y capaces de reproducirse —, en la medida en que la deidad existe desde entonces en el reino de los fallecidos o se transforma en la vivienda mortuoria (p. 193). A inicios de los años 90, en razón de que el ala norte de esta construcción se sostenía esconde en las proximidades de la calle Justo Sierra, López Luján propuso su exploración; localizando su acceso principal tras la cuarta columna.

Entre las pocas leyendas en las que hace aparición mencionado Mictlantecuhtli es la historia de historia legendaria de los primeros humanos. Quetzalcoatl y su hermano Xolotl descendieron al inframundo para conseguir los huesos de los difuntos que murieron en el diluvio del cuarto Sol. Al darse cuenta Mictlantecuhtli envió a unas codornices en su persecución y consiguió que Quetzalcoatl perdiese los huesos que al caer al suelo se rompieron en mil trozos. En ese preciso instante, Cihuacóatl recogió esos restos y los trituró en un mortero de jade, los mezcló con la sangre de Quetzalcóatl y hicieron a los primeros humanos del quinto Sol. Sea como sea eso, era algo que pocas veces podía elegir un vivo y llegado la situacion lo único que se podía llevar a cabo por el difunto era enterrarle con una serie de papeles para asistirle a sobrepasar las pruebas del inframundo. Mictlantecuhtli ejercitaba su soberanía sobre el Mictlán, los nueve ríos subterráneos y sobre las ánimas de los fallecidos. En la escritura jeroglífica, un cráneo descarnado representa el número 10 , y uno de los 20 días del calendario ritual era kimi o kame .

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Su ofrenda consistió en varias cuentas de concha, tres agujas pulimentadas de hueso y diecisiete vasijas terminadas. Es un entierro en el que el esqueleto se encuentra en exactamente la misma situación y lugar en que fue depositado al momento de ser enterrado de forma directa sobre la tierra , en posición flexionada sedente con dirección al norte. Los restos óseos se hallaron en un grado de conservación relativamente satisfactorio. Asimismo se encontraron extractos de tres vasijas como parte del acompañamiento del cuerpo. La diosa Tlazolteotl, la comedora de inmundicias o gran paridora, según aparece en esta imagen del Códice Borbónico. La importancia de la mujer en el planeta mesoamericano se manifiesta de diversas maneras, como las figurillas de piernas gruesas y senos extensos, muy recurrentes en el arte mesoamericano, que son ejemplos de la iniciativa femenina de fertilidad y fecundidad socias a la tierra y la agricultura.

Si bien tuvimos principio y alguno vez empezamos a vivir, nuestro espíritu creado por Dios es inmortal. El cuerpo muere, el espíritu continúa en espera del día de la resurrección en el que volveremos a estar integrados cuerpo y alma. Se nos van muriendo poco a poco aquellos a quienes amamos, con quienes compartimos nuestra vida. En cambio, en el providencialismo se esconden erradas concepciones de Dios y de sus atributos. En ocasiones se invoca un “deus ex machina” como en algunas tragedias griegas.

Además de esto, un mascarón descarnado, como manifestación de Itzamnaaj, era el portal del inframundo. En la cultura maya se identificaba con el dios maya Ah Puch . En lo que se refiere a los animales a los cuales se le relacionaba era las arañas por tener muchas de ellas en su cuerpo esquelético. Asimismo al ciempiés, el alacrán y el búho o el murciélago eran aves representativas de esa deidad. El señor del inframundo es citado en la leyenda de los primeros humanos, una de las escasas en las que aparece. Entre los rituales aplicados a la deidad se encontraba el sacrificio anual de una persona en su honor, en el mes de tititl. O en el calendario mexica era el dios que regía el décimo día del mes y de la quinta hora nocturna.

No obstante, existen representaciones en códices y estatuas de la pareja del inframundo. Tal como atravesar el primer río de los nueve que están en el inframundo, ayudados por un perro Xoloitzcuintle. Los bebés que nacen muertos o que no han probado alimento sólido se dirigen al Chichihuacuauhco, un lugar con un árbol nodriza lleno de frutos con apariencia de mamas, donde los pequeños toman leche. Quienes fallecen ahogados o por un rayo van al Tlalocan, un lugar de exquisiteces con un jardín verde repleto de flores, donde reina el dios Tláloc. Los grandes guerreros mexicas y las mujeres fallecidas en el parto se dirigen hacia la morada del Sol, todos los días lo acompañan hasta el mediodía. Tras 4 años se convierten en colibríes y pueden bajar a la tierra para alimentarse del néctar de las flores. El Mictlán no es un espacio de tinieblas, ni un espacio de castigo, sencillamente es la morada de los fallecidos, de los descarnados.

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El autor desarrolla una excelente reflexión para aclarar las angostas relaciones entre la muerte y el tiempo, al tiempo que, paralelamente, reanuda su larga reflexión sobre la palabra Dios. Pero si, por nefasto orgullo, elegimos a no-Dios, ¡estaremos eternamente perdidos! Nos condenaremos, a pesar del mismo Dios que, lleno de tristeza, se verá obligado a respetar nuestra libre opción. No digamos que Dios condena; somos los necios que elegimos la desaparición eterna. Nuestra vida es una elección que se puede expresar de una manera muy sencilla; “¿con quién te vas? ”, y hasta el último instante consciente de nuestra vida, tenemos la posibilidad de dar contestación a esa pregunta.

Sobre la oposición artificial entre historia y mito, resulta conveniente refererir el artículo de Navarrete Linares . Aunque no comparto muchas de las conclusiones alcanzadas en su libro, es necesario refererir asimismo la obra de López Austin sobre los mitos mesoamericanos.

Incluso, cuando el Sol desaparece en el horizonte se dirige a mi hogar y es en el momento en que los muertos se levantan de su sueño. En el momento en que los españoles llegaron a nuestra tierra se dieron a conocer misioneros que tradujeron al Mictlán como infierno y mi nombre como el demonio. Sólo podían imaginarse el planeta mediante su religión, pero éste fue su error grave. Los festivales aztecas en donde rendían tributo a los muertos eran organizados por Mictecacihuatl, aparte de que ella era la responsable de cuidar y vigilar los huesos de los muertos.

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